28 de abril de 2012

Diario de Colorado: Obama y yo

Esta es una de esas historias cotidianas que, bien contada y mal difundida, podría dar mucho juego. Una de esas anécdotas absolutamente banales que, una vez que pasan del dominio de lo escrito al de la oralidad, especialmente cuando esta va bien regada, en las sobremesas o las juergas nocturnas, se convierten en hitos biográficos.


 Al final, la historia contará que Obama y yo estuvimos un día comiendo juntos en Boulder, Colorado. Hay algo de verdad en ello. En más o menos los mismos días, los dos estuvimos en la ciudad. Y los dos paramos en el mismo restaurante. Los dos comimos pizza y tomamos cerveza. Hay fotos que lo prueban.  Es una pena que en n inguna de ellas salgamos los dos juntos. De hecho, es una pena que yo estuviese en The sink en Boulder 10 días antes. 


La visita de Obama a The sink fue una de las noticias de la semana aquí en Colorado. El presidente está en una especie de gira por las universidades en busca de recuperar el apoyo de los jóvenes que tan importante fue en su anterior elección. Los republicanos están indignados porque no está claro si estas reuniones con estudiantes son presidenciales o políticas (una discusión bizantina, ya que todos los presidentes han aprovechado su posición para mezclar ambas cosas en campaña, lo que explica en buena medida por que la tendencia apunta a la reelección del presidente para un segundo mandato).

Obama decidió para en The Sink, uno de los restaurantes más populares entre los estudiantes de la muy rica y muy liberal Boulder, con la seguridad de que se iba a apuntar un tanto. Y demostró que es un maestro en las distancias cortas. En la calle se cruzó con una estudiante que, al reconocerlo, no pudo contener la emoción: el yogur que llevaba en las manos cayó al suelo, manchando los pantalones del presidente. "Ahora ya tienes una buena historia que contar", le dijo el presidente a la avergonzada chica. Esta historia tonta ha dado para llenar páginas de prensa y para que el propio Obama se marcase un par de chistes en su posterior conferencia en la universidad. 

Así que ya lo sabéis, si un día os cuento la asombrosa historia del día que compartí pizza con Obama, o de cuando le volqué mi yogur en los pantalones, o alguna variante más hardcore de la historia, estos son los hechos que, con el tiempo, se perderán en la niebla de la noche de los tiempos. Como decían los viejos periodistas, no dejes que la verdad te estropee una buena historia.

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