28 de mayo de 2012

Diario de Colorado: NBA, un no parar

Para mi, una de las cosas indefectiblemente asociadas a los días de final de curso son los playoffs de la NBA. En estas fechas, desde que entré en la universidad, hacía esfuerzos para poder ver los partidos de baloncesto (en horario americano, en plena noche)  y combinarlos con el estudio. Vi en directo por la tele la mayoría de los títulos de Michael Jordan y los Bulls; después, poco a poco mi afición fue languideciendo. Pero ahora, en Colorado, he vuelto a engancharme a la NBA.

Denver está a solo una hora de Fort Colllins. Los Nuggets, el equipo local, nos hizo sufrir hasta el último momento, pero se coló en las eliminatorias por el título. Y además jugaban contra los Lakers de Gasol y Bryant. Había que ir. Así que nos plantamos, toda la familia, un viernes en la noche en el Pepsi Centre (¿quedará aún algún estadio no patrocinado por una gran marca?). It's show time, reza el slogan de la NBA. Es totalmente cierto.

El partido no es caro. Pagamos 43 dólares por cada entrada, pero era uno de los partidos más importantes de la temporada. Aunque estábamos bastante arriba, se veía perfectamente el juego. Los Nuggets son un equipo joven, sin grandes estrellas, sin tradición ganadora, aunque suelen estar en las eliminatorias finales.

Hay dos tipos de los Nuggets que me encantan. Uno es Kenneth Faried. Le llaman Manimal. Es un pivot guerrero, fuerte en defensa, todo actitud, con su pelo largo y con rastas. Mi descubrimiento fue Andre Miller, un señor de 36 años, con aspecto fondón. Salió del banquillo y revolucionó el partido. No corre, no es espectacular, pero es todo efectividad. Me recordó enormemente a mi ídolo de los Pistons Vinnie Johnson "el microondas": salía un rato y destrozaba el partido. En esta línea, ahora se habla sin parar de James Harden, de Oklahoma, el mejor sexto hombre de la liga. Yo me he sumado a sus fans, al grito de Fear the beard (su barba es sin duda su marca de estilo).

Un partido de la NBA es un no parar. Tus sentidos están excitados al máximo. Al entrar te dan una toalla con los colores locales. Desde el marcador electrónico recibes instrucciones sobre qué hacer en cada momento: animar al equipo, abuchear a la estrella visitantes, mover las toallas, cantar....  El partido va a toda velocidad. Pero se para cada poco, por los tiempos muertos y los descansos. Ahí tampoco baja la excitación. Primero salen las cheerleaders a bailar (por cierto, todas son blancas). Después, la mascota hace alguna payasada. O se organiza un concurso con algunos espectadores. Patrocinados, por supuesto, por diversas empresas que no dejan de recordarlo. Otras veces se lanzan regalos al público. O bajan paracaídas de juguete desde el techo con regalos. Las mejores jugadas se repiten en el marcador, donde puedes ver las estadísticas en tiempo real. Por supuesto, puedes comprar patatas, cervezas, hamburguesas, nachos y toda la comida imaginable. Cuando sales, el bullicio de la ciudad parece quietud.

Los Lakers  habían apabullado a los Nuggets en los dos primeros partidos, en Los Angeles, pero en Denver cambió todo. Ganaron este partido y llegaron a forzar el desempate en el séptimo. Los Lakers estaban muertos de miedo. Los Nuggets no tenían nada que perder. Nos volvimos a casa coreando cancioncillas del equipo. Los Lakers ya están de vacaciones. Ahora llega el tiempo de ver de nuevo los playoofs, pero sin trasnochar. Los Oklahoma de Harden, Ibaka y Wetsbrook son mis favoritos.

No hay comentarios: