Por ello me indigno cada vez que escucho las noticias sobre pateras en el Estrecho y veo como se califica a los muertos, esos que deberían pesar sobre nuestra opípara conciencia de ciudadanos europeos pero caen en el saco de la indiferencia. Acaban de morir en Motril una docena de persona frente a Motril: para las radios y los periódicos, no han muertos personas. Han muerto inmigrantes, ilegales, subsaharianos, indocumentados. No son personas, seres humanos, padres, hijos, ciudadanos, trabajadores… Son aún menos. No es de extrañar que la directiva europea de inmigración restrinja sus derechos humanos, el lenguaje ya ha hecho el trabajo sucio de preparar el terreno para la discriminación. Los bocazas van delante de los de la porra.
PD 1: Frente a la decencia nominativa, está la corrección política impuesta, la política del subterfugio, de la perífrasis evasiva que busca esquivar la verdad de la realidad. Ya no hay barrenderos, sino técnicos de limpieza viaria. Y no hay explotación laboral, sino flexiguridad.
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