7 de julio de 2008

Los bocazas y el trabajo sucio


Con el tiempo, hemos logrado convencernos de que cambiar las expresiones para designar a los colectivos minoritarios o marginados es un elemento central para luchar contra su marginación. Parece obvio que es más correcto decir que alguien es gay que calificarlo de maricón; lo primero es un términos valorativo, lo segundo es claramente despectivo.


Por ello me indigno cada vez que escucho las noticias sobre pateras en el Estrecho y veo como se califica a los muertos, esos que deberían pesar sobre nuestra opípara conciencia de ciudadanos europeos pero caen en el saco de la indiferencia. Acaban de morir en Motril una docena de persona frente a Motril: para las radios y los periódicos, no han muertos personas. Han muerto inmigrantes, ilegales, subsaharianos, indocumentados. No son personas, seres humanos, padres, hijos, ciudadanos, trabajadores… Son aún menos. No es de extrañar que la directiva europea de inmigración restrinja sus derechos humanos, el lenguaje ya ha hecho el trabajo sucio de preparar el terreno para la discriminación. Los bocazas van delante de los de la porra.


PD 1: Frente a la decencia nominativa, está la corrección política impuesta, la política del subterfugio, de la perífrasis evasiva que busca esquivar la verdad de la realidad. Ya no hay barrenderos, sino técnicos de limpieza viaria. Y no hay explotación laboral, sino flexiguridad.

PD 2: Las culturas subalternas son maestras en el arte de jugar con el lenguaje e invertir las categorías para esquivar la dominación, aunque sea simbólicamente. El juego entre las categorías de negro, black, nigger y blackamerican, y sus implicaciones morales, está excelentemente retratado en New thing, de Wu Ming 1 (Acuarela, 2008, p. 25)

No hay comentarios: