29 de mayo de 2009

El fin de la prensa


Hubo un tiempo en que los periódicos servían para otra cosa que ganar dinero. Unos mantenían un diario por presunción, otros por afán de poder político, otros por idealismo de algún tipo… Con el tiempo, todas esas motivaciones fueron arrinconadas. Los despachos de los jefotes de las redacciones dejaron de ser habitados por periodistas y se llenaron de gerentes con un master en finanzas, que antes habían capitalizado una empresa charcutera o harinera y después de encargarían con igual éxito de una naviera.


El objetivo era ganar más y más dinero que luego la gran empresa matriz invertía en comprar fábricas de azulejos para cotizar más en bolsa. Así que se imponían políticas de ahorro: nada de corresponsales, nada de caros y lentos reportajes de investigación, nada de fotos exclusivas. El becario era el habitante por excelencia de esas redacciones: es cierto que no estaba muy bregado, pero cobraba poco. Como todos los periódicos hacían lo mismo, no se notaba demasiado la bajada del nivel. Si querías información, esa era la que había: poco trabajada, poco contrastada, poco profesional. Pero muy rentable.


Entonces llegó Internet. La gente dejó de comprar el periódico para ver la edición web, que es gratis. Y al no haber lectores no había anunciantes y muchas cabeceras echaron el cierre. Se alzan voces clamando contra la web y contra los blogs, que resulta que dan información de primera mano y de mejor calidad que la de los profesionales. ¡Van a desaparecer los profesionales de la información!, claman desde los medios clásicos. Pero ya habían desaparecido hacía tiempo, engullidos por los gerentes. Internet fue sólo el tipo de la cuadrilla que dio la puntilla mientras los focos alumbraban al trajeado matador envuelto en su MBA.

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