25 de febrero de 2015

Ante las elecciones, desde mi cole





En un par de meses se celebrarán elecciones municipales y autonómicas. Puesto que alcaldes y consejeros son los que deciden buena parte de los asuntos que construyen el día a día del colegio que tanto marca nuestro ritmo de vida familiar, me gustaría lanzar unas cuantas ideas de cara a los programas electorales que ahora se están elaborando.





1. Dejémonos de historias: lo fundamental de los colegios son los profesores. Necesitamos profesores ilusionados con su trabajo, con vocación, con buenas condiciones de trabajo. Necesitamos que se acabe con las interinidades y con el continuo aumento del número de alumnos por aula. Quiero que los profesores puedan acompañar a nuestros hijos a lo largo del ciclo, que los vean mejorar, tener bajones, y que sean capaces de animarlos y reconocer los diferentes ritmos de cada niño. Necesitamos tener profesores de apoyo, porque no es posible mantener la intensidad dando clase durante horas a un grupo de 25 niños de cuatro años, como hace la profesora de mi hijo pequeño.


2. Un colegio no es una fábrica: no produce material en serie. Cada niño tiene sus ritmos, sus preferencias, sus fortalezas y sus puntos flacos. Hay niños que necesitan de más apoyo, otros necesitan que se les deje volar solos. Necesitamos recursos para atender a la diversidad, a los que les cuesta, a los que van sobrados, a los que tienen problemas. Dejémonos de notas, de comparativas, de exámenes globales que alfinal no tienen nada que ver con el programa (como el dichoso Trinity). Todos, sea cual sea nuestra postura política, estamos de acuerdo en que lo fundamental, a día de hoy, es enseñar a aprender, porque vamos a pasar toda nuestra vida formándonos. Eduquemos en el amor por el conocimiento, el aprendizaje, la reflexión, la discusión y la ciencia.


3. El colegio somos todos. El colegio es de todos. Los profesores, los alumnos, los padres, el personal, las instituciones…. Todos tenemos responsabilidades en el día a día del colegio. Cuanto más nos involucremos todos, mejor será la calidad de la educación. Todos tenemos obligaciones. Todos deberíamos tener derecho a usar el colegio, porque es una instalación pública que podría ser muy útil pero que permanece cerrada de 5 de la tarde a 8 de la mañana, y también los fines de semana. Hagamos colegios con patios abiertos, con bibliotecas abiertas al barrio, con salones de actos llenos de asambleas, reuniones y talleres. Democraticemos la gestión: si el colegio no es del director, no tiene sentido que una sola persona dedica sobre su uso.


4. Dialoguemos. Hablemos, compartamos ideas y puntos de vista. Si algo he aprendido de estos años de crisis, burbujas y abusos es que no quiero dejar la gestión de las cosas que me importan en manos de especialistas que decidan por mi. No quiero que mi ciudad la hagan los urbanistas, no quiero que el uso de mi dinero la decidan los economistas. Quiero poder exponer mis opciones y razones, decidir juntos y que entonces los especialistas decidan cual es el mejor camino para implementar lo que todos hemos decidido.  No quiero que la educación, en base a un conocimiento especializado, la decidan sólo los profesionales de la educación. Ellos conocen las herramientas, conocen los ritmos de los niños, conocen las técnicas y son capaces de anticipar los problemas, pero los objetivos, las ambiciones, los fines, deben nacer del consenso, la controversia constructiva y el diálogo



5. Déjenos crecer a los niños. Dejemos de meterles presión para ser los mejores, los más bilingües, los que sacan la nota más alta. No les obliguemos a crecer más rápido. Enseñémosles a comunicarse con los demás, a expresar y defender sus puntos de vista, a tener ideas propias, a proponer iniciativas aunque suenen descabelladas. A hablar en público, a investigar, a probar cosas nuevas. A crear, a expresar sus emociones, a sentirse seguros. A aprender que en una sociedad democrática el fuerte protege al débil y que todos nos necesitamos. Dejémosles dormir las horas que necesitan,  ver como anochece en el parque o en la calle sin preocuparse de si hay o no deberes. Dejémosles equivocarse. Hagamos una política educativa que premie la creatividad y que proteja a los más débiles.


 

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