22 de septiembre de 2015

La tesis doctoral como trinchera





Siempre empiezo mis intervenciones en los tribunales de tesis agradeciendo la invitación. No es un mero formalismo, lo hago de corazón, porque es una parte del trabajo académico que me gusta mucho. Me alegra estar en el tribunal de tesis porque siempre es una buena ocasión para aprender algo nuevo, para ponerse al día, para por fin leer un texto académico de principio a fin. Imagínate leer una novela a trozos porque necesitas terminarla a tiempo; quizás no hay que imaginar tanto, así leímos muchos libros para exámenes en el instituto o la universidad) Los académicos leemos de forma fragmentaria e interesada, un trozo aquí y otro allá en busca de una pista, una cita o una idea para cuadrar algo que estamos escribiendo o para una clase. Así que estar en un tribunal de tesis es una oportunidad para leer algo de cabo a rabo, y normalmente algo que te interesa, porque de momento sospecho que soy un pez pequeño al que solo llaman cuando de verdad tengo algo que aportar y este algo no es mi prestigio, mi CV o mis contactos.  Tengo tantos libros interesantes comprados y sin abrir jamás, esperando a que tenga tiempo, que saber que para el día x hay que leerse las 500 páginas es la única manera de recordar que los textos académicos son largos, complicados y requieren de un tiempo para su digestión y asimilación.

Me gusta además porque una tesis tiende a sacarte de tu universidad o de tu departamento y ver un poco de mundo. El doctorado es uno de los últimos reductos de la vocación cosmopolita de la universidad; poder estar un día en Deusto es una oportunidad para avanzar en el conocimiento de la universitas, de ese mundo que esta ahí fuera, como la verdad para el agente Mulder

Las tesis doctorales se han convertido en el último reducto de la vida académica que da espacio a la reflexión intelectual. Un grupo de investigadores reunidos en torno a un texto sin más interés que la discusión, el debate, el planteamiento y el rebatimiento de nuevas ideas, las conversaciones sobre métodos, teorías y resultados y objetivos de la ciencia. Ahogados entre evaluaciones extenuantes, burocracias asfixiantes y un ritmo de producción de artículos agotadora, las tesis son un oasis de tranquilidad en el que las ideas y los argumentos aún son centrales.

Los tribunales son cada vez menos numerosos. Universidades como la Complutense han limitado el número de miembros del tribunal de fuera de Madrid para ahorrar, de modo que a menudo el tribunal no tiene a los mejores evaluadores posibles entre sus miembros, sino a los más disponibles. Pero aun así las tesis doctorales son por antonomasia el lugar de la práctica académica. El lugar de las ideas, las discusiones, la racionalidad entre iguales, el conocimiento nuevo, la pasión por la investigación y la apertura de nuestro pequeño mundillo a un nuevo miembro que ha demostrado sus mañas.

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