26 de septiembre de 2007

Ritual de la humillación habitual

Viajar en avión es cada día más pesado. Esperas en el aeropuerto, retrasos, oberbooking y, cada vez más insoportable, más riguroso, más humillante, el paseíllo entre detectores de metales, cacheos y despelotes varios.

Hace unos meses viaje a Venezuela. Como tantos otros turistas, esperé hasta llegar al aeropuerto para comprar una botella de ron, uno de los productos típicos de allá. A la hora de pagar, el cajero me indicó amablemente que, puesto que mi vuelo a Madrid hacía escala en Lisboa, lo más probable es que no me dejasen llegar a casa con la botella puesto que, como todo el mundo sabe, el ron es un líquido. En las siguientes 10 horas me saqué el cinturón y la chaqueta 3 veces, saqué mi ordenador portátil de su maleta otras tantas y fue cacheado el mismo número de veces por personal escasamente preparado. Fui víctima, una vez más, de la paranoia aeroportuaria que nos convierte a todos en sospechosos de no sé sabe bien qué. Los aeropuertos se parecen cada vez más a una ratonera. Así que volví a casa un tanto molesto, como cada vez que cojo un avión, y sin mi botella de ron. Si las autoridades venezolanas protestaran por el evidente perjuicio para sus exportaciones producido por las paranoicas normas de la UE, tendrían mi apoyo incontestable.

Parece que el cacheo está orquestado como un ritual de humillación ejercido por una serie de fulanos que no están preparados para atender a los pasajeros. Si la situación es de por si embarazosa, ¿no sería mejor tratar de hacerla lo más aséptica posible, tratando con educación y tacto al pasajero? En mi reciente viaje a Barcelona –el puente aéreo se va a ir a la mierda en cuanto abran el AVE, y nadie lo va a llorar- asistí a risitas entre vigilantes frente a un pasajero, a un tratamiento propio de guardería represora – una guardia entró en escena al grito de “Venga, todo el mundo las chaquetas fuera”- y a las broncas a los pasajeros que, o no entendían, o simplemente tenían un criterio diferente al de los vigilantes.

Ya hemos visto como requisan objetos, como humillan a gritos a los pasajeros, como algunos son obligados a desnudarse. ¿Para cuando el tacto rectal preventivo? Cada vez que llego al aeropuerto, relajo esfínteres. Uno no sabe nunca cuando se intensificará la política paranoide

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo el mundo es un potencial terrorista hasta que se demuestre lo contrario.

Hombre, es que "o medo e libre" , y claro, si hicieras una encuesta masiva-popular verias que en el fondo la gente esta de acuerdo y lo acepta.

Anónimo dijo...

por cierto, por si no te localizo antes por ahi... felicidades!!!