25 de octubre de 2007

Otra verdad incómoda

El gratuito ADN abría su edición de 16 de octubre con la noticia a toda página de que la película de Al Gore Una verdad incómoda se verá gratis en las escuelas españoles. A la vista del subtítulo, quieren decir que los alumnos no pasarán por caja para verla, ya que el Ministerio de Medio Ambiente, a través de la Fundación Biodiversidad, pagará a la Paramount, productora de la cinta, la módica cantidad de 580.000 € por 30.000 copias.

La verdad incómoda es que tanto el gobierno como Al Gore han perdido una maravillosa ocasión para apostar radicalmente por el interés educativo frente a los beneficios de la industria cultural. Con esta operación sale perdiendo el derecho a la educación y la capacidad de Estado para formar ciudadanos responsables.

La última y farragosa modificación de la Ley de Propiedad Intelectual (LPI) establecía por fin el derecho del profesorado para “realizar actos de reproducción, distribución y comunicación pública de pequeños fragmentos de obras”. Establecía también que “los titulares de los derechos de autor no podrán oponerse a las reproducciones de las obras, cuando aquéllas se realicen sin finalidad lucrativa (…) en instituciones de carácter cultural o científico y la reproducción se realice exclusivamente para fines de investigación”. La ley impide, o cuanto menos dificulta, que se proyecte una película íntegra en clase aunque sea como material didáctico para, por ejemplo, lanzar un debate. Afortunadamente, los profesores hacen caso omiso a este tipo de censura economicista y, al menos de momento, las hipócritas sociedades de gestión no se han atrevido a enfrentarse con el estamento y las instituciones docentes.

El gobierno actual, que se dice de izquierdas, ha desperdiciado la oportunidad de tensar la cuerda y optar por poner el interés educativo por encima del afán de lucro. Si lo importante es que los escolares se sensibilicen sobre los peligros del cambio climático, se trataba de lanzar un desafío y proyectar la película sin necesidad de comprar la cinta y de pedir permiso a la productora para proyectarla (que, al fin y al cabo, es por lo que se ha pagado, más que por los DVD en si mismos). Claro que esa renuncia ya quedó patente en la timorata reforma citada de la LPI.

Ya puestos, Una verdad incómoda era una buena piedra de toque. Se supone que el flamante premio Nobel de la paz (compartido con el Panel de Expertos del Cambio Climático, que pocas veces mencionan los periodistas) es ahora un filántropo y un activista cuya preocupación central es frenar el deterioro de nuestro mundo. No quedaría bien que alguien tan entregado a los demás se enfrente con un gobierno democrático porque este ha apostado en firme por divulgar sus ideas sobre el cambio climático, a pesar de reducir la cuenta de beneficios de Gore. Sin embargo, las acciones del gobierno y las de Gore, encarnadas en su productora, dejan claro que las dinámicas del beneficio se imponen a las de la cultura una vez más. Esa es hoy la otra verdad incómoda que la celebración del acuerdo oculta.

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