9 de diciembre de 2008

Desnudos, pero orgullosos, frente a los leones (y 2)


Weber y Foucault en la papelera

Moreno Castillo pone algunos ejemplos que demuestran a las claras una escandalosa falta –o disimulo- de conocimientos en teoría social básica. Su desprecio por los pedagogos alcanza a los pensadores sociales fundamentales del siglo XX: los trabajo de Weber y Foucault descansan en la papelera. Es evidente que una clase organizada en filas, con los alumnos mirando hacia el profesor, no es el mejor escenario para una comunicación horizontal. Claro que en el fondo ese tipo de comunicación no tiene por que ser deseable para el autor, ya que entiende que el conocimiento es algo que desciende desde el profesor –que lo tiene- a los alumnos –que no lo tienen. Es jerárquico y, por lo que se entiende, jerarquizante. Pero eso no es un problema: es más, parece ser algo genial. En la era de internet, presuponer que los estudiantes no tienen conocimientos es una sandez: otra cosa es que sus conocimientos no se ajusten al curriculum. Pero un buen profesor no puede ignorar que el conocimiento socialmente valioso se mueve por circuitos paralelos a la escuela, que ya no es el único espacio de saber. Ignorar eso sitúa a los profesores desnudos frente a los leones.

Trabajar con adolescentes es posiblemente el reto educativo más difícil de superar. Es una edad complicada, con tremendas diferencias de desarrollo entre chavales, con socializaciones conflictivas, con la novedad incorporada de que hay ahora un factor de conflicto intercultural por la presencia de inmigrantes en las aulas. Y los profesores no tienen ninguna preparación y, lo que es pero, vocación. Muchos de ellos se han hecho docentes porque es un trabajo con buenas vacaciones que asegura un puesto de por vida. Y entran en clase con sus conocimientos de lengua o química como bagaje. Es como entrar en una jaula de leones simplemente conociendo la morfología de la sabana. Consecuentemente, el entorno los devora.

Conocimiento vs habilidad

Cierto que los discursos pedagógicos pecan habitualmente de falta de contacto con la realidad de los chavales. Pero incitar a que no se lean libros de pedagogía es mera demagogia. Supongo que el autor apoya al claustro de la facultad de Filosofía de la Complutense, que ha publicado un manifiesto oponiéndose al master en pedagogía que se va a instaurar en breve. La idea es eliminar el CAP, por fin, y obligar a los que quieran dedicarse a la docencia a formarse como profesores. Así, posiblemente se logren dos cosas: filtrar a los que se hacen una oposición a ver si cuela y, ya de paso, darles algunas pistas sobre como manejar a los leones al entrar en la jaula. Pero claro, como lo único necesario para ser un buen profesor es saber muchas matemáticas o filosofía…

Moreno Castillo denuncia que a los que piensan como él se les ha tachado de reaccionarios. Pero su discurso pretende validar una pedagogía antiquísima, en la que el profesor tenía la autoridad ganada porque poseía un conocimiento al que los demás no tenían acceso. Hoy, la autoridad hay que ganarla a pulso, movilizando algo más que el conocimiento libresco. La autoridad que sirve en el aula es la que Weber definió como carismática; evocar sólo la ley o la tradición no es suficiente. Para eso debe servir la pedagogía. Sin ella, ¿cuántos docentes tienen recursos para atreverse a entrar desnudos en la jaula de los leones?

1 comentario:

Tíscar dijo...

Hola Héctor, qué bueno verte por aquí y tocando estos temas :) ¿En qué andas ahora? La última vez estabas por Zaragoza, ¿sigues por ahí? Un abrazo