11 de junio de 2012

Diario de Colorado: apatrullando la ciudad

Fort Collins debe ser uno de los sitios más seguros del mundo. Sin embargo, el otro día nos robaron la bici para premiar nuestro acto de extrema confianza. La dejamos sin candar en la puerta del supermercado y al salir, cinco minutos después, había volado. Eva llegó a casa blanca: ¡¡nos han robado la bici!! Yo no salía de mi asombro, mezclado con extrema indignación. Silvia, mi mujer, llamó a la policía para denunciar el robo: un vecino nos dijo que muchas veces son gamberradas infantiles y que las bicis aparecen después de un par de días en cualquier esquina. Por suerte,  la bici estaba registrada en la universidad (obligatorio si quieres aparcar en el campus) y tenía un número de matrícula vinculado al número de serie (un dato que ni sabía que existía hasta el día de la matriculación). Y yo tenía un recibo. Quedaba algo de esperanza.

Cabreado, cogí la otra bici y me fui a "apatrullar la ciudad" convencido de que era una gamberrada de adolescentes. Tal vez los 12 años trabajando con chavales de esa edad me han dado un cierto olfato; lo cierto es que después de dar una vuelta al parking del supermercado se me ocurrió pasarme por el parque y la piscina: ¿adonde va un adolescente ocioso y tontorrón a matar una tarde calurosa de viernes?  Miré en el aparcamiento de bicis de la piscina y ¡voilà! Allí estaba mi bici, sin la pegatina de la matricula, enganchada a otra más y a una caña de pescar.

Me di cuenta de que no había cogido ni el móvil, así que me volví a toda velocidad a casa. ¡Llama a la policía, tengo la bici! Nuestra casera, que no sabía nada del asunto, se asusto al verme llegar sudoroso y excitado. Con el coche nos volvimos a esperar al patrullero, que llegó a los 15 minutos, tiempo que pasamos mirando fijamente al aparcamiento suspirando para que los mangantes no apareciesen y nos hiciesen tomar una decisión sobre qué hacer. El patrullero miró la bici, llamó a otro compañero que tenía una cizalla en el coche y, sin grandes preguntas ni procedimientos, más allá de pedirme que comprobase el número de serie,  nos devolvió la bici. Ni denuncia, ni papeleo; había un problema y lo hemos solucionado.

La verdad es que en un momento de rabia fantaseé con que los tipos saliesen de la piscina, que fuesen unos chavalines y darles unas leches. Claro que en ese momento cruzó por mi cabeza la posibilidad de que fuesen dos maromos como torres y me empezaron a temblar las piernas. Al final, me contenté con el susto que los dos pardillos ladrones se habrán llevado: varios policías estuvieron entrando y saliendo del recinto de la piscina de forma ostentosa. Y la bici encadenada a la mía fue requisada preventivamente por la policía. Me imagino el papelón del dueño: si era también robada, toma escarmiento. Si era tuya, vete a la policía a explicar por qué estaba enganchada a una robada. ¡Imbecil,  te has quedado sin bici y te has cagado un ratito en los pantalones! Viva la justicia poética y la gente que resuelve los problemas de la forma más sencilla.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El gran héroe americano...al menos para tus hijas :)

Anónimo dijo...

Perdona el anonimato, fue por error: soy Rafa, siguiendo tus aventuras desde el despacho del curro

Héctor Fouce dijo...

El gran héroe, sobre todo, para mi mujer, que aún no se cree que haya logrado encontrar la bici.